martes, 7 de junio de 2011

El resplandor

Del sol sobre las aguas y después la arena. De Prometeo escapando de la ira de los dioses. Del fuego, de las luces y sombras en la pared de piedra. De los altares, ante las estatuas muertas ya antes de ser hechas. En el sagrado santuario del arca.
De las lámparas en los pasillos de los monasterio y sobre los manuscritos de los monjes en las bibliotecas. De las hogueras de inquisiciones, brujas y herejías. De la luz divina peinando los cabellos, besando los labios, pieles, parpados. De los fuegos en la cima de las pirámides, en los templos de la gran serpiente, del sol y la luna.
De la fiebre en las frentes, en lo profundo de la selva atronadora. Del eco, de la ilusión de la locura. De una venta perdida en medio de La Mancha.
De las estrellas en los ojos, de la luna en los corazones y los suspiros. De las antorchas invadiendo Las Tullerias. De las cabezas despidiéndose de los cuerpos. De los cuerpos insomnes en los talleres y fabricas.
De las ya no lágrimas en las bodegas de los barcos cargados de esclavos negros, vivos y muertos. De los no gritos, de la plata en los mangos de los látigos y fustas. De los profundos socavones en la montaña. De las ofrendas a La Pachamama. Del demonio deslizándose por los cañaverales.
De las hojas de los libros elevándose como plumas de fuego. De las pesadillas de la razón en las chimeneas de los campos de exterminio. De la soberbia sobre el desierto, de la demencia, la estupidez y la muerte sobre los crisantemos de agosto. Del napalm sobre las selvas y arrozales.
De la media tierra azul sobre la luna. De los televisores a través de los visillos de las ventanas o en las hendijas de las puertas. De las pantallas de las computadoras sobre rostros absortos, sobre ojos extraviados, sobre la esperanza de no estar solos.
De la luz azulada de los celulares sobre exangües y alienadas neuronas que sobreviven en 3D y conectadas.


Gabriel Acosta

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