lunes, 16 de mayo de 2011

Microrelatos

Beppo

Noche sin lunas ni estrellas, sin luces en las ventanas. Los susurros de la ciudad lejana. El húmedo murmullo de los jardines y el croar del asfalto.
Los ojos de Beppo en el jardín son los faros que me guían hacia mi puerta. Al cerrarla recuerdo que no tengo gato.


Tarde lluviosa sobre el puente.

El llegó primero, ella poco después. El trato de encender un cigarrillo. Ella tomó entre las suyas sus manos temblorosas.
Entraron de los hombros a la clínica. – Ya llega el Dr, les anunció la impersonal voz de la recepcionista,
A ella, las lagrimas le surcaban las mejillas.
Cuando salieron ya era de noche. El, con mucho menos dinero. Ella, con tetas nuevas.


En eso brumosos días de otoño.

Los duendes de la melancolía viven en rosas transparentes de cristal que brotan bajo los alfeizares de las ventanas, las cornisas de las azoteas o las barandas de los puentes. Sus risas, que suelen ser llantos, escalas de maravillosos gorjeos, invaden el aire. Es mejor no detenerse a escucharlos, no inclinarse, no bajar la vista. El vértigo seria canto de sirenas sin ningún mástil al que atarse.

Gabriel Acosta

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