viernes, 29 de abril de 2011

En el nombre del nombre.



El nombre es algo que nos define y nos identifica desde el principio. Muchas veces aun antes de nacer ya tenemos uno, es decir nos imponen una “marca registrada”, un “nombre propio” y debemos hacernos cargo de él a lo largo de nuestras vidas. Rara vez podemos elegir el nombre con el que queremos ser llamados, y hasta los apodos caen en este acto identificatorio ajeno a nuestra voluntad. Entonces, en ese raro momento en que, individual o colectivamente podemos elegir uno parecen ser, al mismo tiempo, infinitas y muy escasas las posibilidades.
¿Y una vez elegido, qué sucede? Nos auto-bautizamos frente a los otros, porque el nombre no es nombre si no somos reconocidos, en él, por los otros. Y surge otra tarea, la de explicarlo, si es que es necesario, la de justificarlo, la de usarlo, sin más le guste a quien le guste.
Entonces… ¿Por qué pocote? El pocote, en minúsculas, aunque nombre propio que nos define. Las explicaciones mas simples o las mas obvias, suelen ser las más difíciles. Porque uno da por sentado que todo el mundo sabe de qué estamos hablando y rara vez es así. Caemos fácilmente en la trampa de creer en lo transparente, natural y sencillo del lenguaje, pero nada más alejado de la realidad. El tártago (Euphorbia lathyris) es una planta cuyas semillas contienen una buena proporción de aceite que puede ser utilizado en numerosísimas aplicaciones industriales (Wikipedia dixit). Una explicación ciertamente innecesaria para quienes somos de Tartagal, provincia de Salta, República Argentina. 


¿Y el pocote? El pocote no tiene la misma suerte, no sale en la Web, ni se lo puede googlear. El pocote es el fruto del tártago. Nótese que vivimos en Tartagal y no en El Pocotal. En el escudo municipal aparece muy campante y orgullosa la hoja del tártago pero no el pocote. El pocote queda relegado a nuestros recuerdos de infancia, a los vagabundeos por las arenosas orillas del río, a las interminables “guerras de pocotes”. La hoja de tártago es el símbolo, lo que define, nuestra tartagalidad,  lo dado e impuesto por el sentido común, por lo hegemónico y dominante. El pocote es todo lo contrario, lo olvidado, lo sumergido, lo que lucha por ser, porque lo dejen ocupar su lugar. El pocote es lo que viene a desterrar ese sentido común hegemónico. Los pocotes son los proyectiles que vamos a usar contra las buenas palabras (y también contra algunas malas, ¿por qué no?), los “buenos” sentidos, los pensamientos únicos, los modales correctos, como en esas guerras de siestas interminables, a puro delirio y utopía.
¿Y porque paranoico? Porque es imposible no estarlo en esta sociedad que ha transformado el sueño de Orwell ( http://es.wikipedia.org/wiki/1984_(novela) ) en una simple fábula para jardineritos.


Gabriel Acosta



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